Ilusiones

08.02.2018 19:18

Cuando eres pequeñ@ siempre quieres crecer, tener la edad para poder hacer esto o lo otro. Creo que es un problema que se inculca desde siempre, quién no ha oído a sus padres decirle: “Cuando seas mayor podrás hacer tal o cual”. Qué triste es empeñarse en crecer.

El problema de crecer no es el que muchos piensan, el tiempo perdido y que no volverá, las cosas que no se disfrutaron, las cosas que ya no podrás hacer… No, el problema es cuando echas la vista atrás y te das cuenta del cambio. Sí, el cambio a tu alrededor y el cambio en ti mismo, porque no os engañéis, nadie es igual eternamente. Los acontecimientos, las situaciones, las personas, nos hacen cambiar.

Los cambios no tienen por qué ser ni buenos ni malos, depende de cómo te los tomes. Una persona siempre está consigo misma, por tanto, no puede darse cuenta de un cambio que es imperceptible en el día a día. Solo otra persona puede notarlo con el paso del tiempo. Es por eso que muchas veces amigos a los que llevas tiempo sin ver te dicen que has cambiado, que ya no eres como antes. Tú te niegas a aceptar que eso sea verdad, tú te ves como siempre por supuesto, pero la verdad es que ellos están en lo cierto y tú no. Otra cosa es que el cambio les guste o no, eso ya es criterio de cada uno.

Me recuerdo a mi de pequeña, soñando con mil historias, con una inocencia caracterizada solamente por esa corta edad. Pensando que estudiaría algo que me apasionara, que viajaría a un montón de sitios, que seguiría viendo a mis amigos todos los días, que tendría una casa súper bonita y alguien que me quisiera con quien compartirla. Que mi trabajo me encantaría, que la familia sería eterna y que prácticamente todo estaría a mi alcance.

Quizás también pecaba de optimista, pero justo eso es lo que me hace pensar en todo esto. Cómo he ido cambiando mis objetivos, mis sueños, mis ilusiones, hasta llegar a mi personalidad. 

Porque ya no soy la persona que era, ya no pienso lo mejor de la gente, ya no doy besos cuando llego a casa, ya no les digo a mis amigos que los quiero, ya no soy aquella persona. Pero, aunque sea en el fondo, me alegra darme cuenta de esos pequeños momentos en los que soy yo y me recuerdo a mí. Hay principios que no se deben perder nunca y finales que no tenemos por qué empezar.